Desfallecer
ante los portones de lo irrefutable
y tolerar una vida –todavía- por vivir
hace que la bruma tiemble
en la palma de los luctuosos ojos.
Desfallecer
como desfallece el calor
frente al iris de un mundo en paz…
Y saber que no hay entendimiento que valga
para que la existencia sea de otra manera.