Que está antes y después,
de que despertaras al ahora ,
de que requirieras lo que es...
Túmbate en el aire:
la luna, el sol, las estrellas, la lluvia que te enseñó a llorar,
la tierrita bajo las uñas,
incluso las hojas muertas,
pesan más que tú...
Has malabares con tus convicciones,
ellas no se partirán,
ni por caer mil veces,
ni por ser de goma...
Son tus manos las que necesitan ejercicio,
no tu corazón,
que está preparado para sincopar lo inadvertible,
para no dejar pasar lo irrepetible.
Sirve la entrega, a quien merece perderse
en la niebla que acaricia tus pétalos,
y refresca tu candor.
Confesando a selene a cambio de mirarla armo tu risa,
y para ese momento ya no necesito imaginar tu rostro.
Tomando de la mano la madrugada
para que la lleve a pasear por las riberas de tu sueño,
duermo contigo, y ya no es necesario perturbarlo.
Oliendo mi propio pelaje de bestia pulsante
rescato los pies del suelo,
y borro cualquier señal del camino.
Meditando en compañía de tus confesiones
sereno los latidos con que sostengo este momento.
Podando el vástago de tu credo me preparo para ver brotar todo tu ego; dulce vértice al que sólo se puede llegar a pie,
agua cristalina en la que tintinean las sombras,
pinta de escarcha que salta desde tus pestañas,
pluma de águila que quedó prendada a la montaña,
flor salvaje que se enorgullese de sus espinas,
permeación de la poesía, rosa amarilla.