Otro ocaso, repleto de nubarrones como la gente de trajes grises en la calle, azota la ciudad en la que emulo ser un fantasma. Me levanto de mi banca preferida, aquella que parece ser mi lecho, pues deseo dar algunos pasos bajo la lluvia que apenas está naciendo y discurre por doquier. Me sincero al decir que me agrada sentirla sobre mi rostro, fría, porque se asemeja a la temperatura habitual de mi piel..., de todo mi pálido cuerpo desde hace poco. Mi pasatiempo hoy no es más que observar a las ajetreadas almas encerradas en esos contenedores con cientos de formas, corriendo a mi lado hacia sus hogares, hacia sus seres amados. ¿Y yo? Yo me dirijo a dónde la lluvia parezca avanzar, voy a ningún sitio, porque no soy un hombre digno de ver el cielo azul una vez más.
Nunca supe qué era la felicidad con exactitud, asi que escojo ese tema como monólogo existencial y continuo con mi diligencia en solitario, pensando que será ser feliz y vivir por alguien. Mi paso es algo resbaladizo y frágil, no me adapto a esta nueva forma, pero prosigo andando viendo como el tiempo se detiene y se fuga entre mis manos, siendo testigo de como mi vida pasa y yo sin haber hecho algo importante aún...
La brisa del viento se hace presente, casi como un regalo y me susurra al oído que soy su alma gemela. Ahora no estoy tan sólo, poseo ya dos compañeros: la lluvia y el viento... nuestras tres existencias que la gente ignorará por siempre..., pero un murmullo más se genera desde las oquedades de mí ser, retumba fuertemente y me exclama:
- "Vive por ti" - dice aquella voz y seguidamente tomo una honda bocanada de este gélido aire invernal, suspiro y digo irónico:
- ¡Y que lo digas!, pero...¿quién diría que ayer fue mi funeral...?
Espero les haya agradado. Si desean leer más de mis cuentos cortos, microcuentos (próximamente los estaré subiendo) o poemas, no dejen de visitar mi blog:
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¡Saludos y los espero por allá!