Antonia Ceada Acevedo

Lo bese (desde mis recuerdos)

Lo bese como ola que se balancea

en un juego de edad  adolescente

Y  en la liturgia del guerrero

 santifique sus pétalos con el crepúsculo.

 

Lo bese ante el testigo directo del cielo,

mientras la luna destellaba en mi cara;

nos contemplaban las sombras

Y  los jinetes desnudos del cosmos.

 

Lo bese sin límites que obligan

a remover conciencias antiguas

repartiendo el corazón

en cada aliento tan nuestro…

 

Lo bese, allá, en el "conquero"

delante de dos ríos

Y  a caballo el horizonte

sostenía las manos de los céfiros.

 

Lo bese en el centelleo de la tarde

con  la voz enmudecida del salitre

Y regresaban a mis ojos sus ojos

rogando alivio  a su mal; mí mal.

 

Lo bese con un tibio perfume blanco

que prendí  entre los pliegues de sus oteros

Y descalcé su alma entre las conchas

cuando la espuma no borro mi nombre.

 

Lo bese, con mis manos aun vacías,

despacio, con el jugo de la primavera

Y como una granada entreabierta

bebí del planeo  de su sonrisa.

 

Lo bese en  la melodía de la lluvia

vestida de mendiga con mi mejor harapo

Y  me dio la limosna con sus dedos

de algas verdes y azules…

 

Lo bese  en mi testamento

con mi pobre palabra como testimonio

Y  fue mi reino  su reinado

donde las fronteras estaban más allá de mí y conmigo.

 

Lo bese adicta a su amor

sin imponerme disciplina a mi misma

en sola una dirección, en sus circunstancias

en sus ideologías y en sus impulsos éticos.

 

Lo bese en el cerco de sus sueños

recorriendo valiente la geografía de su memoria

Y parecía un ave en libertad

que sale asustada por la ventana de su celda.

 

Lo bese como fruta madura en la rama

con la letanía del tiempo en el tiempo

desde la necesidad que recubre el vacio

en la sagacidad  de percibir lo perenne.

 

 

 

Lo bese.

Ay, Dios mío como lo bese…

Y que pronto, se olvido de mis besos.

 

Antonia Ceada Acevedo