Ventanas donde taciturna el alma
en cristales se libera,
destierros en que el mísero dolor
todo lo puebla.
A su zaga el paisaje donde huyen
los amores ya difuntos,
después de envenenar pechos
con su lodo turbo y tremebundo.
Tras su diáfana cortina
tácito el llanto, infausta la lluvia
y undívago el corazón,
nada embalsama las heridas.
El antojo de besos queda en suspiro
que todo lo codicia
o es delfín que se sumerge
en la nada anegadiza.
Por el vidrio…sinuosos los rocíos
descuelgan en gotas a sus albures,
muriendo en sus ballets pueriles
con su tutú húmedo y esquivo.
Paseantes van los ojos inasibles
cuya lumbre siempre se añora,
huérfanos del lunario señorío
como cándidas palomas.
Ventanas donde la soledad
aferra sus sombras al cristal
para dejarlas en idilio con el sol vivaz.
Allí diademados los amores más inertes
se quedan como espectro en apetencia,
para enlutar los horizontes
con su cicatriz y su latencia.
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Propiedad intelectual Lucero Moscoso