Cubrió tu máscara la horrible tara
de aparente virtud de niña buena,
mientras yo mantenía el alma ajena
de que adornabas con maldad tu tiara.
Candor que tiene cada cosa clara:
fue tu drama falaz, mi cruel condena;
me engañabas en cada negra escena
que dirigías con tu doble cara.
Con tus lágrimas falsas no me engañas;
palabras disfrazadas de sinceras;
letales son tus armas de artimañas.
Tus historias de eternas primaveras
que ocultan peligrosas telarañas,
en mí, ya no serán enredaderas.