Isaac Amenemope

VOLVER A TOCARTE (sin atuendo negro)

Recorrí hito a hito los senderos tendidos entre una y otra noche,

y de tanto frisar el cielo en el techo de tu alcoba,

terminé olvidándome de las estrellas:


Valles, ensenadas, médanos,

roquedales y atracaderos,

tundras, lomas, sabanas, volcanes y esteros,

selvas, eucaliptales, playas, acantilados y viñedos.

Estepas, páramos, manglares,

confluencias y glaciares,

riadas, prados, lagos, morrenas y duraznales,

bosques, saltos, rosetales, pantanos, cenegales.

Deltas, gargantas, istmos, penínsulas y desfiladeros,

tepuyes, atolones, mesetas,

salitrales y ventisqueros,

tunales, cañones, riberas, helechales y desiertos;

 

pasaron por tu cama,

y mientras la figura de la tibia tiniebla

resbalaba por mis palmas,

sentí tallarse la savia,

el barro, las hojas,

el nácar,la nieve, la arena,

la sal, y el magma.


2

Cuánto tardó en reaparecer tu cuerpo,

como cabalgando con desenfreno

a lomo del orgasmo,

saliendo con las alas de la contención,

a un lugar hecho para volar despacio.


Hoy la mañana resguarda la belleza

y en la investidura de la naturaleza,

el tacto se satura, oprime el murmullo,

se ahoga en el sabor de la delicia.


La pequeña noción acerca del amor naufraga contra la luz del día,

y el rastro de la plenitud desciende

cual música de arroyos,

arremansando la viva realidad en nuestros ojos.


3

Qué fue de las manos de la tempestad,

y de sus desesperación

por arrancar de la ilusiónel aleteo de la locura.

Qué del invierno salvaje de mi corazón,

y qué del deshielo de la invisible lágrima.

Pasó el dedo de la definición por la boca del silencio,

y dejó un te quiero al filo del anhelo…


4

Todo ha sido poseído por la compenetración de la materia,

ha vibrado en las transparentes cuerdas que la unen.

Esta hechura de tu nada encontró un lugar en mis espacios,

y mis espacios vacíos se colmaron de permutaciones hiperbóreas.

Escogiste Tú tu propio mar,

como yo lo singular permanencia de los cielos.

 

5

Cuando el agua y el aire se dilaten,

y bajo los techos del mundo

la idetentible sombra del sol

no sea más que un derrame alucinatorio

de miel por tus adentros,

yo estaré intentando mimetizar mi calma sin control

al purpúreo horizonte del arrobador suspiro,

al devuelto lene que aún crepita ardoroso en el beso.