Me levanté un día, observé el alba
Plácido era todo, un santuario
Que brilla intenso, en tintes malvas
Y heme aquí, qué bello agrario;
Hermoso el sol, que centellas suelta
Con viveza y candor, ostento anormal
Que lanza reflejos, subsistir no le cuesta
Pues pureza siempre es, grande y ancestral.
Fui a abrir la puerta, percibí el aire cálido
Y degusté feliz, dulce fragancia
Que olisquié manso, nada es pálido
Todo derrocha afecto, una andancia;
Agraciados prados, barnices verdes
Que pululan en mí, esto es suave
Y qué sensaciones, se agitan en las mentes
Ideas agradables, y ahí vuela el ave.
Salgo por el sendero, refulge el pasto
Y piedras alrededor, aroma a incienso
Que se disgrega, el mundo es vasto
Además de variado, un existir intenso;
Aquí y allá lo veo, campo magistral
Que perenne se conserva, es silencioso
Y también sobrio, envuelto en divinal
Aura me deslumbra, armonioso…