joaquin Méndez

NO SUPE DECIR NO.


Cuando la encontré en aquel  disco-bar, había entrado por casualidad pues nunca solía entrar a allí, pero no sé por qué esa noche  al pasar por la puerta me dio la idea de entrar. (Puede que fuese el destino) Pero  allí sentada en la barra,  estaba ella moviendo sus caderas al compa de la suave música que salía de varios altavoces.

Me vio,  nada más entrar por la puerta,  pues escuche su sensual y dulce voz  gritando, ¡Joaquín!!! ¡Joaquín!!! 
Volví la cabeza y vi sus bellos ojos negros,  como dos antorchas que encendían todo lo que miraban, y…y…a mí también me encendió,  claro.
Me acerque a ella tímido,  cohibido, asustado, de ver tanta belleza junta  y tan cerca. Algo en mi interior, me decía que aquello  era peligroso. Pero claro a mí el peligro cuando es femenino, me puede, me embriaga me complace.
Ola Marisa,  que sorpresa verte aquí a ti sola,  ¿O no estás sola? Le pregunte sonriendo,  al tiempo que la tomaba de la cintura y le devolvía los dos besos que ella me dio muy cerquita de la boca.
-Sí, sí, estoy sola,  Álvaro, (so novio) no ha querido salir y yo he bajado a dar  un pasen para evadirme un poco de la rutina.

-Qué suerte encontrarte  Joaquinito, que bueno,  como me alegro, jajajajaja, Y soltó una carcajada nerviosa.

Me tomo de la mano, y tiro de mí hacia la pequeña pista de baile,  que estaba situada al fondo del local  donde bailaban varias parejas,  un triste y melancólico bolero.

Se colgó de mi cuello pegando su cuerpo al mio como la pintura se pega a la pare cuando tiene mucha cola, (pegamento)
Comencé a sentir el calor de su vientre contra el mio provocándome un bienestar impresionante, que sensación mas relajante me quedaba sin fuerzas,  que bueno y sosegado placer.

Termino el bolero  y comenzó una salsa de esas tan movidas y ella se puso las pilas alcalinas al ritmo de la música.
Bailaba como una profesional,  se movía como una bailarina de vale, con una gracia y una sensualidad que provocaba el delirio de todos y todas, los allí presente.
 Me daba vueltas para un lado para otro, y yo…yo me dejaba llevar.
¿Te gusta como bailo cariño? -me pregunto  con aquella sonrisa que me dejo atrapado como un ratón cuando entra en la trampa del queso.
Si…si…sí, claro que sí. Marisa, claro que sí. -Le conteste medio balbuceante.
De vez en cuando me restregaba su duro culito por mi bragueta que estaba a punto de estallar como un obús del ochenta.
Más aun, cuando después de la salsa,  sonó una balada lentísima entonces se volvió hacia mi restregándome todo su suntuoso cuerpo,  y yo ya no pude mas  mi paquete se inflamaba mas y mas, hasta el estreno que me dio vergüenza,  y le dije.  -Lo siento Marisa lo siento, si te sientes incomoda,  lo dejamos.

Al contrarió,  -dijo ella con otra carcajada- Me siento como en la gloria te lo juro, nunca me he sentido mejor, baila y calla, jajajajaja. Volvió a reír. termino la balada y ya  no bailábamos estábamos parado en medio de la pista,  nuestros cuerpos se movían muy lentamente, su carita muy juntita a la mía, sentía su respiración  junto a mi boca, no me atrevía a mirarla por miedo a que se juntaran ya del todo, y a si paso, cuando ella me susurro, -Joaquín, Joaquín.

Yo mire sus ojos,  su boca choco contra la mía,  con, con,  ansías, con desenfreno con hambre de besos y fuego, si fuego pues ya los dos estábamos ardiendo de deseos…
De pronto su voz sonó ronca entre cortada, para decirme,  -Acompáñame, que tengo que ir a mi piso de soltera a recoger unas cosas que necesito mañana, ¡Por favor!

No, no, no, no.  Eso…eso era,  lo que tenía que haberle dicho,  pero…le dije que si, y ese…era mi miedo.  Miedo a  lo que podría pasar en su pisito de soltera, que yo ya me imaginaba lo que iba a pasar, y paso.

Llegamos a su apartamento que estaba situado en un quinto piso, al que subimos en el ascensor,  el cual sirvió para seguir calentando motores, motores que estaban ya ardiendo de deseos y ganas. Ganas de desahogar nuestras necesidades pues ya era como una necesidad de terminar con una fiesta por todo lo alto aquello que estábamos a punto de comenzar.

Mis brazos la tomaron por la cintura atrayéndola contra mi pecho para no descuidar las caricias ni los besos con los que nos devorábamos como dos precipitantes en el arte del amor.

Nuestras lenguas estaban enlazadas como los nudos del más experto marinero,  a si llegamos al quinto piso. Ella abrió la puerta y entramos  dentro como autómatas engarzados como dos enredaderas al tronco de un árbol.
Nada más entrar en el interior comenzó a quitarme la camisa y a besar mi pecho al tiempo que acariciaba mis espaldas con sus cálidas y pequeñas manos.  En ese momento pensé que era mejor dejar que ella llevara la iniciativa…y así lo hice. El suelo del salón tenía una gruesa alfombra roja, ella se dejo caer de rodillas y fue desabrochando la cremallera de mi pantalón vaquero,  que ya estaba  a punto de romperse de la presión… que ejercía mi miembro por escapar de a que ya prisión, me tiro del pantalón para bajo  y el mástil quedo al descubierto pidiendo guerra...
Otro día os contare más…

Autor Joaquin Méndez.
Reservados todos los derechos de autor.
10/01/2012.