Aprieto los nudillos a mi grito,
incontrol bendito
que pasa la rosca
y suelta a deshoras
el suspiro,
que no resisto
el controlar
si el balancear
de tus ojos
pone en pie mis poros,
y mi palpitar
echa a volar
por mis escotes
arrimándome a los bordes
de tu mismo desear.
Muerdo las voces
de mi subcutáneo,
acelerando
hacia donde
suenan los acordes
de tu pecho,
desatando el viento
que abraza tibio
y nos viste de alivio
ese palpitar,
sin apretar
ni aflojar las riendas,
sintiendo en venas
el verbo amar.
Esencia