Esta tarde en que reconozco mi pañuelo
es la tarde en que vuelvo, en que me estanco en mi cama
a fuerza de descender en los sepulcros que dejé el seis de enero.
Pero en mis pies hay yardas de tezontle,
hay nivel de estatura poblana.
La memoria habla en mis ojos
Podría tocar de nuevo el muro de la catedral, color memoria.
Podría ver a Jhoel naciendo en el café, a cada instante,
verlo tragarse un llanto y desbocar otro, oír su voz
sonido memoria.
Ver su pintura rubia, retrato para mí,
ni siquiera para la cabellera de algún amigo antaño; color óleo.
Podría caminar por las calles de piedra mentirosa
pero acurrucadora de mi suela,
y ver de nuevo católicos óseos.
Color semblante
el de mis ojos que no son color cielo
Tacto brusco de su ojo, el de mi esposo color vivo
color memoria, color de ayer, de lava.
Esta tarde perseguí al sol para llegar al valle de México.
Así es la dirección que me condujo de Puebla al lugar donde nací.
El sol es el origen de estos nuevos días.
Y la vejez...
la vejez envuelve sus tiempos...
mi edad nunca dejará de ser arruga
como de tierra, como volcán