A la que vos sabéis
de una tarde sin dormir que la pensé
III
Las vanas estrellas de carne,
la tersa silueta al espejo,
los cara de imbécil que atraen
tu vista esmeralda un momento,
y yo en la mitad que no vale,
de lo uno y de lo otro en el medio:
la hoja a tu paso que cae,
el pobre relleno de un cuento,
la bola tirada de estambre
de un gato que huyó por el techo;
y estoy tan seguro que sabes
yo cómo me pierdo en tu vuelo,
que arrojo la vista en la tarde,
y dejo que escriba el deseo.
Marco Quezada