Un silencio mordaz hiere los oídos
por la avenida de las seis de la mañana:
aun, las hojas secas, huérfanas,
son arrastradas a ningún lugar por el aire.
El frio húmedo de la madrugada
se clava en mis huesos
como compañero de camino.
Y la luna…ay,la luna se desparrama
en mi cuerpo para abrazarme el alma;
mi alma viuda, mi alma futura
que sabe de ella y de todo lo que ama.
Las farolas, contadoras de mis pasos,
me insertan a la pujanza de la luz;
a nuevos proyectos…
Y la vida y yo somos una sola carne.
Los naranjos, arrogantes, soñando
con la llegada de la rosada loa…
Todo sigue su destino; su estar.
Las calles vacías de la ciudad
Indican que se dormita entre anhelos.
La oscuridad resuelve, la oscuridad llora,
Y llora en almohadas de enredaderas
y resuelve entre proverbios infecundos,
Estériles en este enero.
Por la avenida de las seis de la mañana
hay tanto que ver…y nadie ve nada…
Antonia Ceada Acevedo