De que vayas con el traje de la página olvidada,
con las cicatrices embalsamadas, con el cielo a tus pies,
como piezas de ajedrez que se mueven en tu cama
como gaviotas olvidadas en las ruinas de ese mar.
Que se confunda la peste que mana de tus palabras
como fieras iracundas, como letras arrepentidas
como gasto de saliva en la bitácora que nos craquela
como pan, como verbena, como romance suicida.
Que te marches con el futuro y el pasado en la mochila,
con el destino en la conchinchina, y de regreso la mirada triste
como pajaro sin alpiste, como nosotros: la amargura
como pinchazo de tortura, tus dardos en mi pecho.
Y que se pudran tus ojeras de esperarme mientras lloro,
estas lágrimas de cloro, este lavado de sentimientos,
como ángel semi-violento, tus caricias de cianuro
brincando como canguro sobre tu campo minado.
Ya que así decides que por fin así sea, para que así se quede
que en algunos de tus trenes me devuelvas el corazón
el que te di por una canción, como lienzo que palpita
tu alma que resucita cuando la mía ya murió.
Blas Roa