Corre el río cristalino
y a la vera del camino,
crecen nardos, crecen lirios,
igual crece el cariño
que te tengo amado mío.
Corre el agua cristalina,
se va llevando mis penas
y en las riberas del río
florecen las azucenas.
Rio, canto, bailo
y salto de piedra en piedra,
tropezando con las hiedras,
con algas, con caracoles,
con peces multicolores,
con un enjambre de olores
que se esparcen en la atmósfera,
dejando todo impregnado
con fragancia de primavera.
Y allí donde crece la hiedra,
unos ojos me están observando,
son los ojos de mi amado
que con ternura me están mirando…
Esos ojos tan divinos…
dos luceros ambarinos
que en mi ser están rielando,
despertando aquí en mí pecho
un amor adormecido,
que se arraigó en el alma
como mirto anochecido,
para trinar al alba,
cual pájaro en su nido.
Felina.