Quédate con tu olor fresco a vetiver e incienso
con tus dedos dúctiles y tu sonrisa de verano
con tu aliento a selva firme y brisa infantil
de frente a mi silencio y con los brazos abiertos
Quédate mirándome, que es iluminar mi tiempo
a la hora de la lluvia y del espejo vacío
intacta sin las verdades que imploro
húmeda de corazón y adentros
Quédate inquieta y frugal y eterna
en la maraña escondida de la buena hierba
en la cresta de mis regocijos y mis desvelos
en la ciudad de mis amores inventados
Quédate en la regencia eterna y colorida
de las mariposas que se extinguieron
sé tu orquídea sin tapujos ni modestias
en medio de esa noche tuya que no tengo
Quédate extensa con tus pétalos abiertos
con tu salvia de princesa de los cuentos
inundando mis túneles con tus cordilleras
reposando tus colinas junto a mi pecho
Quédate el tiempo de llenar mis venas
con tus besos de algodón y revuelo
Quédate sin prisas ni huídas crueles
Con nuestras calmas y desafueros
Pero si no te quedas entonces atada a mi sueño
haz como siempre y quédate…
… hasta que vuelvas.