Entré sin mirar atrás
a ese armónico salón a oscuras,
mi pecho presentía el palpitar
de una noche sumida en la locura.
La timidez en mis pasos buscaba la prisa
de llegar hasta el fondo de aquella belleza,
porque siguiendo una dulce melodía
mi corazón se preparó para la entrega.
Se cerró la puerta tras mi caminar
y mis ojos se acostumbraron a la penumbra,
sólo se veía un soberbio ventanal
y tras de sí, el mar reflejando la luna.
Su pálida luz se derramaba sutil
sobre una gran silueta a mi costado,
aún obnubilada pude descubrir
la imponente presencia de un piano.
Y resonaba esa melodía
en cada rincón de mi cuerpo,
conmoviendo hasta el alma mía
de tanto oírla suspirar en sueños.
Voy acercándome...
suave... despacio...
voy adentrándome,
en el claro de luna que late...
entre tú y yo, entre nosotros arde,
entre la distancia que nos separa,
entre el momento de poder robarle
un beso a tu boca enamorada.
Ceci Ailín