A la que vos sabéis
de una tarde sin dormir que la pensé
I
Soñar con los ojos abiertos,
partir a infinito que ignoro:
Un sol en el alto de un cielo,
un viento en caricia del polvo;
el polvo soy yo que te quiero,
el viento es tu afán de mí ignoto,
el sol será dios o un deseo
igual de insondable que el otro;
atisbo en conciencia de yerro
en alma con paso de plomo;
y tú que no sabes que muero
y yo que muriendo de a poco
sobre este infinito que advierto
en tinta y papel ahora roto.
II
Por ver este andarte al camino
el sol no ha partido hace un rato,
el viento ha olvidado sus nubes
pagando tu aroma a destajo
y el agua se ha asido en la nada
de un cielo que busca tu amparo,
y tú de una acera a la otra
descansas al mundo pensando
que si ha sido bueno el vestido,
que si ha estado bien el calzado,
ignoras los ojos que sabes
con gracia y cadente arrebato
y sigues tu andar ¿Hacia dónde?
y sigo esperando ¿Hasta cuándo?
III
Las vanas estrellas de carne,
la tersa silueta al espejo,
los cara de imbécil que atraen
tu vista esmeralda un momento,
y yo en la mitad que no vale,
de lo uno y de lo otro en el medio:
la hoja a tu paso que cae,
el pobre relleno de un cuento,
la bola tirada de estambre
de un gato que huyó por el techo;
y estoy tan seguro que sabes
yo cómo me pierdo en tu vuelo,
que arrojo la vista en la tarde,
y dejo que escriba el deseo.
IV
Sabor como ni uno en el mundo
de fruta carnosa y rosada,
oasis, translúcido insumo
rodeado por casas de nácar,
portal a un espacio profundo
que busca la vida y la atrapa;
el agua a mi sed vuelta en humo
y lecho termal de otra espalda,
tormento de dios para el uno
y fuente bendita en la nada;
¡hay vida en tu boca!, ¡lo juro!,
y el cielo me enhila una trampa,
hay vida en tu boca y la ayuno,
¡hay vida! y no puedo tomarla.
V
Te he escrito estos versos callado,
despacio y soñándote a solas,
de espaldas al vidrio del cuarto
desprecio el andar de las horas,
te he visto en mis ojos cerrados,
he abierto los ojos; me robas:
me robas los versos, el rato,
el sueño, la tarde, el ahora;
y ciego hacia ti voy descalzo
por tierra y espinas sin rosas,
con un viejo libro en la mano
mas nuevas y sueltas las hojas,
camino en los versos que te hago;
camino en los versos que ignoras.
Marco Quezada