La señora que decora
es poetiza,
es doctora,
erudita en juzgamiento,
de los ricos defensora.
Hábilmente detractora
y soberbia de letrada,
nunca dice casi nada,
pero usa su hábil pluma
porque resta, cuando suma
y no suma porque resta.
Hace alarde, contrarresta
y no aporta,
ni soporta
corazones nobles,
puros,
populares como algunos;
que pretenden desahogarse
de sus penas
y sus dudas;
del amor que han intentado
o que intentan bien llevar.
O que hacen de su pan
un banquete para todos
los que amamos,
sobre todo,
la plural soberanía
de alentarnos día a día,
de aprender unos con otros,
con amor,
con simpatía,
con tesón y con decoro.
O tratar de ser artistas
superados de desgracias
por idiotas elitistas
que han volteado democracias.
Y que ahora,
acechando en su guarida
con sus finas acrobacias
erosionan autoestimas
pues defienden,
parisina
y vetusta aristocracia.