PROSA
Quise ser el adalid de mi propio destino y el destino se volvió tan pobre, que no valió la pena. Abisme la caída de reinos, uno por uno.
Las amargas ráfagas en las dunas, opacó los amarillos del cielo y la luna mudó el planeta. Aluvión de sombras, sin días y noches, total confusión. ¿Se murió el mañana?.
En el péndulo del equilibrio que va y viene, ganó la locura y ya no tuve hambre, ni sed, ni alma, ni dolor. Soñé que soñaba y lo soñado no existía, aunque allí estaba
El camino, témpanos helados que ocultó la hierba y mató la flor
El recuerdo es presente, sin memoria. Los fantasmas conviven con los retazos de esperanza y creo ver una nube en mi inventado cielo
Esta vida pasa rápido, sin embargo ¡qué lejos está la muerte!, porque ya estoy muerto.