Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.
(Francisco de Icaza-Poeta Mexicano)
Hoy contemplo a ese mendigo,
que se ha sentado en la acera,
que habla consigo mismo
pues no hay nadie que le atienda
y va rezando plegarias
de limosnas suplicantes,
con tristeza en su mirada
y sus labios vacilantes.
Y pasamos a su lado,
sin mirarle tan siquiera,
cual si fuera un apestado
o un intruso en casa ajena.
Pero la calle es de todos
y tendrá él sus motivos
para encontrarse tan solo,
sin domicilio y abrigo.
Dale limosna, mujer,
dale un euro, buen amigo,
pues todos podemos ser
de la vida unos mendigos.
Y si lo gasta en comer
o lo emplea en beber vino…
no le culpes porque él
no es consciente del destino.
El hombre se pone en pie
y despliega un bastón blanco.
Es ciego y no puede ver
que le miran de soslayo.
Recoge del suelo el cartón
sobre el que ha estado sentado
y buscará otro rincón,
donde seguir suplicando.
Dale limosna, mujer,
dale un euro, buen amigo,
pues él no ha elegido ser
ciego y a la vez mendigo.
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