Kabalcanty

VESTIDO DE DIARIO

VESTIDO DE DIARIO

 

 

 

¡Cuán arduo cabalgo lo cotidiano!

Ese devenir de horas lasas que dormitan

en el vertedero infinito de los años.

No sé existir amoldado al diario,

confundido con un peldaño o una farola,

aupado al tráfago que habilita.

Me lloro en una nota o en una frase

y me baño con nicotina y cerveza.

Eso me aleja de los míos.

Me desenvuelve en una caída libre

cuyo fondo, negro y sofocante,

se retarda tanto que acostumbra.

Poco vale que, a veces, me despierte

en derredor de ochomiles tintados

con perlados asideros que construí

con el primer hervor de un sueño.

No. Para vivirme en este lado,

en este rescoldo de pretensiones,

debo de pellizcarme con frenesí

como si aplastara la única uva

que todos ven menos mis ojos.

No marcaré las páginas que detesto,

las dejaré al albedrío de los aires

y mantendré a oscuras la senda

que discurre hasta el aliento último.