Quédate quieto, amado mío, absorto,
Quiero grabar en mi memoria este instante,
Pensarás que he enloquecido.
Pero, amado, quiero, fundir tu imagen a mi ser.
Que no te intimide mi mirada:
Aunque quiera penetrar tus pensamientos.
Quiero simplemente, estés quieto;
Y mirarte, mirarte….
Como si esta fuera la final vez.
Comenzaré por descubrirte los cabellos,
Aderezados con oleos de ultramar.
Fijaré mi mirada en tu mirada, y me esconderé en tu parpadear.
Seguiré hasta tu boca, dulce, dulce néctar y tomare de su substancia,
Y llegare hasta tu cuello,
Donde encubiertos hay fragancias del ciprés.
Allí en tu cuerpo hay mil formas de montañas,
Eres fuerte:
Lo sé, porque en tus brazos he quedado desvalida.
Es tu cuerpo una torre donde subo a contemplar
Cada poniente y cada ocaso.
Quédate quieto amado mío,
No te levantes;
Quiero esconderte en mi corazón,
El cual se derrama gota a gota.
Me permitirás hacerlo: solo tú lo sabes!
Tú has sido un rio, o amado mío,
Que baja desde las altas peñas;
Corres como cervatillo a la ligera,
Y luego allí,
Donde están las rosas y los lirios;
Donde hay cedros y granados.
Allí te espero, al final del medio día,
Donde las sombras de los sauces esparcen sus semillas,
Allí te espero amado mío,
Y te diré nuevamente, quédate quieto,
Que no quiero perderme de tus ojos,
Quédate, en singular embeleso por la belleza de las granas,
Que no te inquiete mi mirada,
Pues recordare cada tarde como si fuera
La final vez.
…
Autora: Bero Luna