Los piropos, ¡ah los piropos!, aquellos cumplidos galantes que los caballeros recitaban a las damas cuando se cruzaban por la calle a su paso, dejando en ellas poéticos mensajes que a veces lograban sacarles hermosos sonrojos y a veces les provocaban pícaras sonrisas. Lástima que esa costumbre sana haya desaparecido para darle paso a un comportamiento extraño de agredir a las féminas con mensajes de contenido soez, poco gratos a los oídos de las damas. Hoy quise con estos versos intentar reivindicar el valor poético que tenía esa manifestación cotidiana de dominio popular, que era parte de la idiosincrasia de nuestros pueblos. He aquí mis piropos versados:
Esta estrecha callejuela
que atraviesa la barriada,
se va llenando de estrellas
con la luz de tu mirada.
Señorita, señorita
no sea tan pretenciosa,
se le cayó su sonrisa
y no creo que tenga otra.
Adiós flor de capullo
estrellita mañanera
si algo me gusta tuyo
es el vaivén de tus caderas.
Adiós perlita fina
gotas de llovizna fresca,
si como te miro, me miras
haremos que resplandezca.
Ay vientecito del norte
mi viejo y fiel amigo,
Escucha cuando te invoque
y batalla con su vestido.
Mujer de mirada dura
y de andar apresurado
porque escondes la dulzura
cuando pasas a mi lado.
Adiós señorita princesa
adiós mi reina imperial,
si me inclinas la cabeza
te pondré la corona real.
Si mis ojos no me engañan
y mi corazón no me miente,
vienes apresurada
solamente para verme.
Cuando yo venir te veo
con tu hermosura tan fina
lamento ser ese feo
al que tú ni determinas.
Todo me ha salido mal
la rabia me consumía,
pero el solo verte pasar
me ha devuelto la alegría.
Me dijeron que eras bella
y no lo quería creer,
pero al verte con lentejuelas
me lograste convencer.
Me dijeron que eras bella
y lo quise comprobar
pues luciendo esa franela
te ves espectacular.
Adiós dulce y rebelde fruta
siempre negada a caer,
como si fuera mía la culpa
que otro te haga padecer.
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