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Para enviarte miles de rosas,
Pediré a miles de ruiseñores,
Y quienes en su pico te hagan llegar,
cáda una y perfumen tu alcoba.
Le pediré al Cenzontle sus mil voces,
Para llegar hasta el balcón donde duermes,
Y decirte que te quiero, tantas, tantas veces,
Hasta que me escuche tu alma, vida mía.
Y oigas mi plegarias en su canto,
qué te dice a mil voces que te amo,
qué por ti se inspiran mis noches bellas,
qué por ti mi corazón a cantarte llega.
Déjame llevarte en mi vuelo sacrosanto,
A donde sueñan tus ganas de mujer amada,
Adonde amanezcan dormidos y abrazados,
Nuestros cuerpos felices de haberse amado.
Déjame seguir entonces a ti clamando.
Con esta fe inquebrantable de amor,
Que por ti tengo en mis suplicantes manos,
Déjame entregarte pues lo mejor de mis días.
Dejemos que la vida nos lleve de la mano,
Por esas playas muy tuyas y de ensueño,
Que quiero sean las mías pero a tu lado,
Hermosa señora, ya sabes que te quiero.