Tu me enseñaste a escribir
poemas,
para poder expresar
lo que siente mi alma,
describir mis emociones,
denunciar, hablar, gritar,
manifestar, revelar
y exteriorizar mis sentimientos más profundos.
Escribir, mis alegrías,
los momentos de depresión,
la soledad,
pero también el regocijo y el gozo
de tener un Dios maravilloso
y de poder alabarte ¡oh señor!.
Cifrar en mis versos, lo duro de la vida,
la injusticia y la maldad,
describir las lágrimas del pobre,
del desposeído por falta de riqueza y amor,
clamar por el dolor, el que suspira y espera.
Muchos de mis versos
están llenos de alegrías,
otros sin embargo, denuncian,
los hay tristes, emotivos y dinámicos,
colmados de congoja y desilusión.
Rimas, inspiradas en mi Dios, la traición,
la contrariedad y el desencanto,
la nación,
los momentos difíciles,
el júbilo, el gozo, la algarabía,
en la vida cotidiana, el hoy y el futuro incierto.
Poemas de amor y de encanto,
de gobernantes y dictadores,
también ecológicos,
los de las dulces madres, la trabajadora social,
la defensa de la vida,
y sobre todo, el agradecimiento
a mi Maestro, Creador y Salvador.