Pintaste nuevamente en mis labios
los colores que hacían falta al Arco Iris
que no se había formado en mi boca
desde la ausencia de tus besos.
Llueves en mí por unos minutos y la
resequedad de mi cuerpo termina
para que nuevamente cobren vida
mis brazos que crecen y se enredan
por tu cintura.
Traes alegría a ésta tierra que creía
infértil y sólo una mirada tuya me
quita la desolación e insolación
de esta larga espera de no tenerte
conmigo.
Del más mínimo roce de tus dedos
en mis manos, brotan como semillas
mágicas de un cuento, los frutos de
mis caricias que trepan desde tu
cuello hasta tu cabello.
Levanto el rostro al cielo para mirar
ahora como se alejan las nubes sepía
de tus ojos.
Me dejas tan inmensamente
feliz que sólo se agradecer
tu paso,
y no me interesa
preocuparme,
en la próxima sequía.