Se conocieron vía internet, los dos cargaban pesadas nostalgias de amores sin resolver de tristezas envejecidas que fueron tomando cuerpo en sus sonrisas. Eran amigos, sólo eso, pero querían jugar al amor y se volcaron en momentos de fuerte pasión, pero no olvidando la desilusión, Y fue como lanzarse en aguas turbulentas sin saber si podían luego salir a flote. No era amor…o si lo era pero primitivo, vestido con el disfraz de otros amores.
Un encuentro no significó mucho. Un segundo encuentro y empezó algo… pero no sabían que era ese algo que los hacía unirse, entregarse, rendirse el uno al otro, pero lo hicieron intensamente y al separase les quedó el dulce sabor del pecado y del placer en sus labios , en sus almas y en los latidos de sus vidas. Así que planearon un nuevo encuentro y cada vez más iba creciendo eso que trataron de evitar pero que pese a ellos mismos había nacido. Y, aunque prometieron no enamorarse, ¡Se enamoraron! …
Otro encuentro más. Cada cual tenía que viajar largas horas para encontrarse, para amarse. Caminaban por las calles del pueblo donde se encontraban, como dos chiquillos, sin importarles nada lo que dejaban por verse. Era la vida la que les exigía entrar en ellos, juntos, resueltos, y se encontraban y se entregaban.
-Te tengo un regalito mira- (era un cofrecito de cuero redondo que dentro tenía otro cofre más pequeño y dentro otro más pequeñito y dentro del último un par de aretes de filigrana y tres brazaletes de fantasía).
- Y mira lo que yo te traje: (chocolates de su tierra)- Y la felicidad se desbordaba por las hendijas de las puertas y las ventanas del hotelito donde se encontraban.
Él, de origen humilde, ella mujer sola con una posición casi desahogada que le permitía apenas darse el pequeño lujo de hacer esos viajes, aunque luego tenía que pagarlos a cuotas mensuales. Pero lo hacía, era el fuerte impulso del amor que le pedía hacerlo.
Con esos sacrificios se encontraban y vivían ese sentimiento como si recién lo hubieran descubierto.
Par de niños mayores danzando y cantando sobre la cama y por los callejones del pueblo que los veía complacido de ser testigo de ese amor profundo y bello que surgió entre los dos.
Pero la realidad era otra, no podían unir sus vidas y aunque amor no faltaba no podían dejar atrás nada de lo que tenían y esos encuentros furtivos exigían tiempo, dinero y excusas. La desesperación de no verse les agobiaba.
Él, con la angustia nublando su mente, planificó algo que sería definitivo.
En una de esas videollamadas que tanto disfrutaban, le dijo que su próximo encuentro sería maravilloso. Ella ilusionada emprendió el viaje. Y luego de encontrarse de ir al hotel, de entregarse, salieron a recorrer como siempre las calles del pueblo, a comer en cada esquina, a contemplar a los cantantes callejeros, el primer día todo terminó así. El siguiente día, luego de esos momentos de entrega total, ella le dijo que luego de eso ya no le importaba si llegaba la muerte. Él le dijo: ‘’amor tengo vino para que brindemos por nuestro amor’’. Ella bromeando le preguntó: ¿Le pusiste veneno? y él le respondió que no, pero si quería lo haría. Ella manteniendo la broma le dijo que si. Y en un descuido de su amante, él, envenenó el vino. Lo tomaron juntos… un gran sopor los invadió…
Ella dijo: ‘’amor tengo sueño, apaga la luz’‘. Él obedeció…
La luz del nuevo día los encontró abrazados, sus cuerpos fríos pero estrechamente abrazados. Ella con la cabeza sobre el pecho de él…