“Yo soñé que volaba, o no lo soñé,
realmente al menos lo intenté,
luego supe que ya no era el de antes
y que esos momentos ya no volverían a ser,
que uno crece por dentro lleno de sus emociones
y cree que todo será eterno y que aquellas calles
nos llevarán hasta el todo y el todo será efímero siempre…”
Vivo de la palabra
y cuando la palabra no aparece
muero de la sin palabra
y así vivo y muero tantas veces.
Hoy, ayer, mañana…siempre,
la busqué hasta que se me cerraron los ojos:
soñé,
la vi, la tuve entre mis brazos,
nos dijimos tantas cosas,
balbuceamos,
nos temblaron los labios,
nos desfiguramos de cercanía,
de repente cada tiempo había perecido,
éramos uno y sin embargo éramos cada uno,
ella con sus cosas, yo con las mías,
fue fácil encontrarnos sin edades,
al fin y al cabo vivimos bajo las mismas soledades
condiciones tan soleadas y a su sombra.
¡Ay piedras angulares!
es muy difícil responderse
tantas geométricas cuestiones
cuando un estricto silencio se interpone.
¿Acaso no es lo mismo no-decir
que escucharnos indiferentes?
Muy por afuera nos compartimos
y supimos que nos amábamos
porque aún muy por adentro
nos caminaron las mismas razones.
“Verás que están frescas
como las uvas, como la tarde,
y así verás que aún son náyades.
Ah si yo pudiera y te tuviera...
Se avecina tormenta
lo declaran y se derrumban agobiadas
con su carga de lluvia a cuestas.
¡Qué les importa la distancia!
las gotas caen y aún
con sus cuatro alas
no vuelan.”