Romanticologo

SIN ALIENTO.

Esa lagrima, la derramaste cuando el final estuvo cerca, y me enseñaste que una decisión puede cambiar de sentido. Puede cambiar su destino.

 

Y me quedé sin aliento, cuando el frío de un cuarto de hotel se vistió de testigo ante la verdad de mis palabras silentes, para así comprender, no podía dejarte volar, que todavía quiero seguir probando el sabor de lo prohibido.

 

Y me quedé sin aliento, cuando diste ese abrazo largo y disimulaste una sonrisa cuando todo podía terminar, para luego comprender, el miedo qué sentía al momento de querer finalizar esto tan hermoso que tenemos, es porque todavía llevo en mí, las palabras que anhelas escuchar.

 

En plena madrugada de un mes de agosto, la brisa del viento no es percibida porque estamos en la habitación arropados debajo de las sabanas, y una estrofa deseada brota de mi corazón, mis labios despiden la amargura que mantenían y te dicen al oído aquello por lo que luchaste desde siempre.

 

Y me quedé sin aliento, cuando me besaste llorando y también sonriendo, y entonces comprendí, esta vez lo hacías de felicidad, porque por fin encontraste lo que nunca te había mostrado, porque me re-enseñaste el significado de decir TE AMO.

 

Y me quedé sin aliento, cuando luego hicimos el amor como nunca antes lo habíamos hecho, cuando las caricias hacían sonreír, y entonces comprendí, que al estar tan cerca de perderla, valoré más su presencia y viví la enseñanza de aquel viejo proverbio.

 

Me quedé sin aliento... Cuando en la mañana solo quería amarla, y mi mente tenía su huella, se había convertido en mi dueña.