El tren
Empezó su marcha escalando cerros, penetrando en bosques profundos
Y se abrieron los caminos a su paso. La montaña se dejó penetrar y era como un gusano entrando en la manzana con el típico pitar y el sonido de la rieles shac shac shac, y el humo que despertaban poblaciones enteras. Nunca habían visto algo parecido. Se sentían tiempos de cambio.
La gente salía a su paso cuando llegaba a las pueblos por donde pasaba y saludaba con la mano a los que iban en los vagones. Era un gran acontecimiento.
Pero el tiempo lo fue gastando y devorando su pitar, dejó de andar, y los caminos fueron ganados por la maleza, los pueblos se durmieron porque su pito no se oía más y su nunca más llegada los sumió en el letargo y la resignación.
Pero nació una esperanza, que limpió caminos, eran manos jóvenes que se unían a las viejas; eran banderas que se alzaban en cada ciudad. Verde el canto, verde las palabras, Verde las bandera. El viejo luchador había resucitado en cada corazón ecuatoriano. Y los pueblos olvidados se despertaron porque en una mañana de sol , de ese sol ancestral de nuestros padres, oyeron lejanamente el pito, vieron el humo y las rieles con su shac shac se aproximaba y la gente de nuevo salió a saludar pero estas vez con banderas. ¡Había vuelto la esperanza!