Ya llegó el sonido de la paz,
y con él, murmullos que reconcilian,
se escapan querubines,
para mecerse entre los ocres del crepúsculo.
Lejos queda la tristeza, lejos la amargura,
lejos va quedando el pasado
donde un beso –furtivo del desamor-
inventaba otro nuevo día;
marchó el semblante de la duda,
y de él la calma se hizo viva.
Dejo perdida la mirada
en el ocaso del lamento,
pozo negro sin final;
donde la vida, tan ciega como despiadada,
hizo del presente cárcel con barrotes
de sueños imposibles.
Ya las olas me bañan en sutil
caricia para llevarme;
un nuevo mañana me espera
en la profundidad, ahora cálida y azul,
de otro mar desconocido.
(Jpellicer)