En los sures de mis sueños y camino
yo he visto florecer los corazones
encender a guitarreada los fogones
y prestar sin más razones un oído.
En las cumbres blanquecinas de los Andes
sin quererlo me hice más de cien amigos
me arropó de tanto frío su cariño
y volví yo ya sin ser la misma de antes.
Descubrí la caricia de Dios Padre
en el silencio de los valles y montañas
y el viento que caló hasta mis entrañas
me enseñó de fuerza bruta y humildades,
de cantar para redimir los males,
de correr sin más estorbo que mi cuerpo,
que no amar significa tiempo muerto
y hacerlo es la más dulce de las libertades.
En las aguas verde azules de mis lares
con diamantes que el sol les regalaba
descubrí una gota fina de rocío
que brillaba encendida en tu mirada,
me miré en aquel reflejo cristalino
y pensándote tan lejos de mi casa
me encontró llorando triste cual un niño
un Chucao que a saltitos se volaba.