Efimeras pulsaciones del corazón
retumban y retumban
como ecos descarriados
que entre la nada van
maldiciendo la razón,
su grito es tan sincero
que desgarra pricionero
las paredes de este cuerpo,
como cuando sopla el viento
y traé consigo fuego,
como cuando la miras y la miras
y sabes que ahí está,
y te sudan las manos
y tu voz se marchita
entre silencios y minutos,
como cuando su aroma respiras
y sabes que ahí está,
y le suspiras un verso
y tu alma se dilata
entre silencios y silencios
que de la nada van
maldiciendo la razón.
-¡Cobarde, cobarde!-
grita el corazón
y la miras y la miras
y sabes que ahí está,
y te sudan las manos,
y aunque se burle de tí
el tiempo o el dolor,
el amor no se marchita.