<!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} -->
Las personas se asemejan
siempre a una cajita de música.
Algunas, tienen muchos adornos
pero, por dentro, están vacías.
Otras, no tienen adornos pero,
por dentro, tienen todo un jardín
o están llenas de gemas brillantes.
Otras, cuando las abrimos,
nos muestran su interior lleno de recovecos y muchas veces,
nos perdemos entre sus laberintos.
Luego, están aquellas cajitas que son transparentes, que las vemos,
con sólo darles una mirada
ya sabemos cómo van a actuar siempre.
Y a mí se me ha ocurrido
que las personas son cajas musicales
que sólo las conocemos y amamos
luego de oír la música de su interior.
Porque esa música tiene algo de
magia, algo muy hermoso,
lleno de vida; algo de muy
adentro de su alma.
Y es lo que me ha pasado ahora.
He sentido la música de tu Alma y,
precisamente por ello,
quisiera enviarte la música de mi ALMA
en esta cajita que te regalo hoy.
Mi corazón…