Romanticologo

RECORDADOS

Ante el silencio de la nada, y la caricia del viento que juega en la sombra del Álamo, están aquellos recuerdos dorados, la reminiscencia del andar atrevido de un pequeño niño blanco que corre libre por la cercanía del pasto, jugando a ser adulto y despreocupado. La mirada fija en la altitud de la barda blanca que parece tejida del cielo, y aquella luminiscencia de la mueca en la remembranza que protagoniza un niño que soy yo devuelto en el tiempo.

 

Ante el silencio de la nada, y el abrazo del viento que me hace cerrar los ojos para adentrarme más en mí, mi vida se despide por un instante del presente para convertirme en infante nuevamente y poder ser abrazado por aquellos que amo y se han ido, para sentir jugar de nuevo con los compañeros hechos ya polvo en viento, y honrarlos en mi memoria recordándolos por siempre.

 

Ante el silencio de la nada, y el inmenso árbol que me tiene cargado en su regazo, están los mejores momentos vividos, la esencia de la vida que nunca muere en los recuerdos, y aquel hombre que se siente niño, porque es libre soñando despierto aunque con ojos cerrados, dándose un gusto que es provisorio como una efímera  pero tan largo como el cielo lleno de armonía.

 

Ante el silencio de la nada, y el alma conectada a la fantasía, está mi llanto convertido en alegría, porque sé que aunque no estaré más físicamente con los que son polvo ahora, en mis sueños puedo revivirlos cuando quiera, y reunirme una vez más con ellos para contar historias.

 

Ante el silencio de la nada, y el Álamo que ha sido cautivado por la lagrima que de mis ojos ha brotado, está en punto de encuentro, la bondad de un sueño, el cantar del viento, el hombre que es niño en este momento, y la pureza de las hojas verdes que dan sombra al cuerpo.

Ante el silencio de la nada, están ellos felices por ser recordados.