ELLAS, LA MUSA
En el cuenco de mi mano
te volveré a dar alimento
que te ensalce prepotente,
majestuosa, dueña de desvaríos
que te evoquen sibilina
desde donde yo no esté.
Marcaré la hoja de un nenúfar,
la prenderé al mar del estanque
y hollaré, como loco empedernido,
el sendero hacia las aceras
para dejarte avisos, besos,
hojas blancas sin tacha
que te musiten mi nido.
Soplaré quejumbrosas tempestades
sobre portones de alcantarilla,
sobre ácidos devenires fecales,
para que cuando tornes rastrera,
al trote de la iracundia,
reconozcas entero mi hálito.
No cejaré ante en engaño:
tus siluetas de formas romas,
desdentadas, vacuas, inaprensibles,
festoneadas de dudas,
alquiladas a la distancia..................
Acaso me disfrace de otro,
no tan gastado, más inocente,
al hombro, un saco de celulosa,
y en el cuenco de mi mano
te volveré a dar alimento.