Prieto se asila en algún costado;
en un subterráneo barroco
donde aun hay espacio,
donde aun hay espacios…
Ahí, eternamente mío,
con sus despeñaderos
hilando llanos verdes.
Diferente, abanderando la causa.
Rey de las sinrazones
que abdica a suplicas y ruegos…
Equiparado de mar
para verterse en los surcos del tiempo;
se desnuda…se arropa…se pierde.
¿Cuan resbaladizo es?
Ampara humillaciones,
se ancla en el dolor,
registra relatos blancos, rojos y negros,
se agranda con sonrisas claras,
se diluye con miradas huérfanas de padres…
A veces…a veces se esconde en su hueco
Y se adormece en su lecho de espinas.
Ahora está beodo; anestesiado
como suspendido en la oscuridad
de algunos ojos que no sabe
luchando contra lo abstracto.
Se ciñe a mí; me envuelve
para cubrirme de miedos escarchados.
Es mi letrado.
Es mi dictador.
Me duele, me escuece,
se inflama…
Y ese que es eternamente mío…
…y me succiona,
lo nombro ALMA
Antonia Ceada Acevedo