Estoy mirando las estrellas y me repito que no debo pensar en ti; pero, como si mi corazón no escuchara razones, no puedo evitarlo. Cierro los ojos, me aborda la tristeza y ya ruedan las lágrimas, lentamente…ellas son una de las grandes ironías de la vida, acarician tu rostro al mismo tiempo que arañan tu corazón. Cada una es un recuerdo tuyo y una idea loca me invade. Imagino que estas lágrimas son tus caricias y comienzo a rezar para que una toque mi boca. Ya comienzo a delirar al creer que son tus labios húmedos los que me besan. Abro los ojos, vuelvo a mirar el cielo estrellado y pienso: noches tan bellas no se pueden desperdiciar en la vida, al menos yo las lleno de tontos sueños.