Querida Sociedad de tejedores,
¡impuestos para nóminas de fascistas!
No dormiré más aquí, oigo…
¡después de Dios, nos. Loado sea nuestro Señor!
¡Simonías! Vaciaré la mente,
regia y forme de pobre civil.
Ésa que quiere abrirse camino y no la dejan,
que enciende una antorcha de madera
de desesperación paupérrima.
El embotamiento gana terreno
formando parte del todo.
Debería estarse quieto,
o cederle el paso al criterio,
pero ni el aire le pertenece.
De borne en borne, día tras día ¡sangría!
Extirpaciones, meticulosas actuaciones.
Parece que cesan… ¡mentira podrida!
Desaparecen, reaparecen… continuamente.
Entrelazan miradas ¡algo traman, algo viene…!
Efectivamente, mi descrédito como ser humano.
El de trabajador ya me lo han arrebatado.
Me sangran las encías de tanta impotencia.
¿Qué pasó de mi aliento?,
¡devolvédmelo, sé que es mío!
Abortasteis hasta mi Libertad.
Desgraciado indeseable, ¡Me pesan los ojos!
Pero nunca jamás, una tercera vez,
tus asquerosos dedos encima de mi piel.
Papá, ya no pregunto ni por el mañana…
Sencillamente, ¿comeré hoy?