El catre se lo llevaron; vieja,
el fogón quedó en mi alma.
Las sonrisas se apagaron; reina,
cuando vi que te marchabas.
Tu silencio es desamparo; bella,
nadie igual que tú me habla.
El sillón no se ha mecido; vieja,
pero sabes que te llama.
La infinita espera larga; reina,
me suaviza la añoranza.
Tu carita no la olvido; bella,
siempre brilla y me acompaña.
Las manitas tiernas siempre; reina,
con las que me acariciabas,
me perdonan que te extrañe
y me guían en las andanzas...
¿Y el catre? se lo llevaron; vieja,
y el fogón me enciende el alma.