Antonia Ceada Acevedo

Preguntas del pobre (No es el noticiero)

Nace el alba en mi ciudad

Y las calles carecen de muchedumbre.

El miedo, ya, despierto

Se esconde entre las sabanas.

Otros, sin miedo…

Duermen en los soportales de la desdicha.

Las avenidas rozan algún que otro caucho,

Pero, son tan escasas las luces de la alegría…

Pronto se desayunaran sus lágrimas

Los desempleados

Y se vestirán de preguntas:

-¿Dónde voy hoy?

-¿me llamaran para algún trabajo?

-¿para quienes es la crisis?

-¿por qué no tengo derecho a un jornal?

Otros, se despiertan politizados

Y se beben las protestas,

Con corbata y chaqueta

Salen a la calefacción de sus sectores.

 

En mi ciudad se huele el hambre.

En mi país domina las “tasas” y los números.

Nadie puede prever el crecimiento

Cuando “congelan2 la inocencia del niño.

Aumentan los impagos,

Crecen las colas de las oficinas de “empleo”.

Disminuyen los salarios.

-España no es la misma…

Dicen los que padecen de colesterol.

Nadie sabe cuánto dura una obra;

A los ciudadanos no se les deja trepar.

El pobre desgarra al pobre

Por un mendrugo de harina horneada.

El rico desgarra al pobre

Por unos días en alguna isla del pacifico.

Mucho poder y poca autoridad.

Se habla de subsidios,

Nombran formación laboral,

Más siguen las economías competitivas

Galardonando con medallas

Al reconocimiento de unos cuantos…

La impotencia azota

A quienes pusieron ladrillos,

A esos que se dejaron la piel

En los cimientos del camino.

El dolor aprieta al obrero

Hasta ahogarlo con la soga del paro.

Las esquinas de la ciudad

Se desgastan de sueños no reconocidos.

Los bancos, de los parques,

Sollozan a la sombra del desconsuelo.

La mayoría se cuestiona:

-¿Dónde está la verdad?

-¿Cómo tenemos que orar

para que se nos escuchen?

¿Acabara el sufrimiento…?

 

Ay.

Ay, nace el alba en mi ciudad

Y ni la fama, ni el dinero, ni la belleza

Saben de guerras.

“la felicidad, ya, no está en las conciencias”

Sí en los bolsillos, de gobernantes,

Titulados de la remuneración,

En las arcas de los “parlanchines”

Y en el salón de la hipocresía

Que vive y reina por los siglos de los siglo…

-¿Hasta cuándo?

 

Antonia Ceada Acevedo