Los poemas son caminos que conducen hasta el alma,
raquíticos o exuberantes.
Por eso quise buscarla en sus poemas,
y sólo encontré el silencio.
Y en el silencio rotundo de los ignotos senderos,
quise gritar su nombre. Llamarla.
Pero no sabía su nombre.
Un remolino de anhelos lanzó un turbulento presagio.
Se rompió el cántaro vacío de engañosas angustias.
Lloviznaron melodiosos rumores de cercanías,
y la encontré.
Estaba con pies descalzos en las aguas de Cantabria.
He visto su boca ansiosa de broma, viento y verdades.
Sus cabellos enredados entre tiempos y deseos.
Tendí mis pícaras trampas en el aroma de Santander.
Mi corazón la sujeta con cadenas de cariño.
Talvez mi andar inseguro, con la inocencia de un niño,
deje escapar, algún día, un poema.
Y no un simple suspiro, como el que se me escapa hoy.