Me doy cuenta que no sé escribir.
Y tengo razones para darme cuenta,
por ejemplo, que no sé decir hasta dónde te amo,
como tampoco hasta dónde puede llegar mi locura,
esta insania que se prende en cada verso, en cada flor,
en el rostro del día que me trae tu rostro,
en el silencio de la brisa que te nombra.
Me doy cuenta que no sé escribir
cuando trato de atrapar en la poesía
el sueño de tu sueño que el mío
y tantas veces tropiezan las palabras
o se sumergen en el fondo de la mar
o en la charca de la esquina.
Me doy cuenta que no se escribir
cuando tomo tus manos entre mis letras
y se escabullen tus dedos entre los espacios
que dejan las palabras.
Y qué horrible que es, por Dios, querer medir
con un poema la inmensidad de un amor
y no poder hacerlo. Y volver a intentarlo.
Me queda entonces esto, que es amarte
cuando despierto y entran los rayos del sol
por la ventana, cuando me calzo los zapatos,
cuando bajo a prepararme el desayuno,
cuando salgo a saludar a los pájaros y al pino,
cuando miro el reloj y son las ocho, o las nueve,
o cualquiera de las horas en que te sigo amando.
Y ofrecerte mi humilde poesía enamorada.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
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