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EL PENSIONADO

Desiertos que vagan, se van a la lucha, aferrados a la sangre, morena en la selva, sin piedad interna, con la gris en blanco, trazan arreboles en reflejos negros,  pintando sentires en los años viejos.

 

El  PENSIONADO.

Cuando la infancia aún no terminaba.

Tomó las armas para defender la causa,

Acompañado de muchos camaradas,

Ando los montes al calor del fuego,

Jaló el gatillo en contra del enemigo,

Aún sabiendo que ellos eran de su pueblo.

 

Veía morir entre llantos y gemidos,

A los que pensaban diferente a él,

Se volvió  osco sin ningún argumento,

Solo la sangre saciaba  aquel momento,

Los deseos negros de vivir contento,

Como piraña fría, que busca su alimento.

 

Así pasaba los años entre batallas,

Esperando celebrar el triunfo,

Contando difuntos y margallas,

Despojado del amor más puro

Desbaratando el mejor futuro,

De la familia de él y la del mundo.

 

Su juventud la entrego a la causa,

Luchando siempre sin miedo y sin pausa,

Con su fusil lanzando chorros de humo,

Por los caminos senderos y sabanas,

Quitando vidas hasta saciar las ganas,

Como una fiera sin perdonarles nada.

 

Así paso toda su vida ruin,

Como una hiena lanzando aullidos,

Usó la espada sin entender nada,

Mato la pava y le destruyo el nido,

Hirió su alma su amor y sus sentidos,

Convirtiéndose en  feto mal nacido.

 

Cuando los años se le vinieron encima,

Y ya las fuerzas no lo acompañaban,

Había ganado todas las batallas,

Menos la que por dentro llevaba,

Era la de él, que le hacía arder el alma,

Con combustible de sangre derramada,

 

En el horizonte imágenes veía,

En nubes negras de carnes podridas,

Siluetas perras  de vidas perdidas,

Con gran nostalgia matón él se sentía,

Sin corazón, sin amor ni valentía,

La triste historia, por dentro ya le ardía.

 

No aguantó más, soñó que se moría,

Habló a su jefe y le pidió salida,

Le vio en  sus ojos su cara le decía,

Eres traidor maldita porquería,

Aunque los labios nunca los abría,

Sintió la muerte como última salida,

 

Así le pagan al que con valor lucha,

Sin preguntar si está equivocado,

Volteó la espalda le estaban apuntando,

Lanzo su grito con sabor de espanto,

Y dijo;  que mi sangre pague mis pecados,

Al fin las cuentas se estaban ajustando.

 

Lo pensionaron como buen guerrero,

Con una ojiva incrustada en la cabeza,

Es el mandato de estos estatutos,

Quién no los cumpla será  otro difunto,

Esa es la guerra maldita porquería,

Esa es la lucha que vivimos noche y día.

 

Las campanas doblaron,

Solo su madre al funeral  lo acompañaba,

Con flores negras en su mano izquierda,

Con gran tristeza luto  le guardaba,

Con lágrimas de sangre en sus mejillas,

Aquella madre sin culpa susurraba,

Llevo a mi hijo, a su última morada.

 

Esta es la historia queridos compatriotas,

De hombres que se creen valientes,

Que defendiendo lo que yo no entiendo,

Se convierten en esbirros y matones,

Apagando toda luz de esperanza,

A un pueblo que de llorar no se cansa.

 

Yo  creo que hay luchar hasta el cansancio,

En defensa del más desfavorecido,

Con justicia con amor y sacrificio,

Revolución de hombres con oficio,

Usando como arma las ideas,

Para buscar la paz y la justicia.