*ARENAS*
Partículas de sílice que suavizan mis pezuñas al rozar la arena
con el seco viento que arrastra los efluvios de polvo ardiente,
arrastrar el deforme esqueleto de camello reluciente al astro
que fatigan el cansino andar llevando al Tuareg sobre el lomo.
*DUNAS*
Subo y bajo mi pezuña lacerada por la ardiente flama de la luz
cuando cansino me guían entre los efluvios de agua del oasis,
que anuncian a mi olfato diestro de tanto transitar en la aridez
la palmera verde que humedece el aire de la fragancia de Ala.
*OASIS*
La exuberancia de vigor natural aliviado con el agua de la vida
se recrea en la paz con el alegre repique de los trinos de olor,
saciando las secas gargantas sin medida alguna que lo impida
en el vivo paraíso terrenal de encuentro con la luz del Profeta.
*POZOS*
La leche se amalgama con el agua melífera de la misericordia
reverenciando al iluminado amigo que me guía hacia mi casa,
donde el sol de mediodía hipando fuego eterno calma el vigor
de la arena perpetua que marcará nuestra ruta hasta el Edén.
*AGUAS*
Llorará el desierto las lagrimas que empapen la arena ardiente
para poder guiar el cansino paso de camellos de alma sin sed,
envuelto del eternal dorado encanto de saber organizar la vida
que los maestros del Profeta se reservan el secreto del saber.
*VERGEL*
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
7 de febrero del 2012