Cuanta nostalgia hay
en la soledad de
mi alma,
por la ausencia del
amor imperecedero,
que ha existido entre
nosotros,
a través del tiempo,
imborrable recuerdo en
mi corazón.
Aún respiro tu aroma
a jazmín en mi vida,
es como si hubieses
nacido y vivido sobre ellos,
tu estela inconfundible
me permitía encontrarte
aún con los ojos cerrados.
Tu pelo,
placido y arrogante
a la vez,
sería la envidia de Afrodita,
cuantas veces respire la
paz y tranquilidad con
tan solo contemplarlo.
La tersura de tu piel
hace que mi memoria,
se deslice en el tiempo
recordando las manos
suaves y la piel grácil
de mi progenitora.
Tus ojos,
mar de esperanza
para este nostálgico
navegante,
siempre fueron la luz
que guió mis pasos
y se convirtieron
en mi faro guardián
de los mil rumbos,
cuando mi vida
me llevaba por caminos
infinitos.
Tu voz,
suave y recia a la vez,
siempre tuvieron
una palabra de aliento y
esperanza,
cuando perdido en los
desiertos de la existencia
misma,
vagaba sin norte y
sin ni siquiera estar
vestido de hombre,
te convertiste
en mi maestra, mi hermana,
mi amiga, mi compañera,
mi pañuelo de enjugar las
lágrimas,
ante la adversidad de un
inocente juego.
Palabra mágica,
tu recuerdo indeleble
en mi alma,
solo con pensarte
se estremece mi
vida,
¿cuándo te marchaste?
¿dónde estás?
¿porqué no estamos juntos?
¿porqué tanta necesidad de verte,
de escucharte, de sentirme impregnado
de tu aroma, de tu pelo, de tu piel,
de tu voz, de tu alma, del mar
a través de tus ojos de ensueño,
de mi maestra, de mi hermana,
de mi compañera, de la que me hace
reír cuando las lágrimas
corren sobre mis mejillas?,
caminante de espacios
solitarios y obscuros, que
nunca mas sintió temor
porque te convertiste
en la bandera de mi vida,
… y entonces resulta que,
tan solo era un sueño,
del cual desperté
sobresaltado …
… y sin conocerte aún,
sin importar el alma
con o sin su permiso,
sin el consentimiento
del corazón y la razón,
siento una inmensa
nostalgia de ti.
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Carlos Dos Santos Daniel