Como en niños mirándose a los ojos,
que ignorando los llamados a lo lejos,
en el sordo transmutar de los espejos,
hoy del tiempo descorren sus cerrojos.
De repente nos miramos de reojo,
sin siquiera llegar a sorprendernos.
Mil imágenes plateando los inviernos,
derrochando los recuerdos a su antojo.
Y al pintar del alba en tonos rojos,
imposible nos fue desconocernos.
Los recuerdos recogimos en manojos,
contenidos como hojas en cuadernos.
Como niños guiando a sus reflejos,
descorrimos los velos de los ojos.
Y al cruzar ambos cuerpos los espejos,
nuestras almas dispusieron sus antojos.
Y en aquel despertar de sueños viejos,
nos vuelven a llegar nuevos recuerdos.
Destellos de un ayer viajando lejos,
urgiéndonos cumplir viejos acuerdos.
Invitando a probar goces añejos,
sin temer a asomarnos en lo eterno.
Al buscar orientar rumbos complejos,
trata así de ensanchar, el ser interno.