El chocolate de tu piel
se ha de entibiar en mis manos
el café de tu mirada
se tempera junto a la mía.
Tú y yo nos embriagamos
con el vino de la vida.
Siendo yo un chilote tú
descendiente Bolivar
como un sol expendoroso,
y mi antártica dormida,
tu selva del orinoco,
con mi desierto florido.
Nos llevan en su paisaje
como pájaros a su nido.
Volaste desde el norte
a este sur perferido
con tu aroma de café
a juntarse con mi vino.