Según define la Realísima Academia Española,en su primera
acepción, el amor es el “conjunto de sentimientos que liga una
persona a otra o bien a las cosas, ideas, etc.” Para mí, es una cosa.
Una cosa irremediablemente existente; a veces alcanzado, tantas veces sufrido y otras denostado.
El amor es esa cosa que nos vuelve torpes, desordenados,idos, desconcentrados y desconcertados, alegrísimos, extremadamente
sensibles, hasta llorones.
Olvidamos asuntos, recordamos un solo rostro, una sola voz,
una sola mirada. Nos invade un cuerpo, un solo cuerpo,
nos hace traspirar, nos quita el aliento. Cuando esa cosa viene,
hay que ajustarse los pantalones o las polleras, según le cuadre.
Cambia todo. El verde de la alameda seguirá siendo verde,
pero ahora más verde, como el azul del cielo que ahora es más azul.
y los pájaros… ni sabíamos que andaban por ahí y resulta
que cantaban como nadie. Lo mismo que las rosas cuyo aroma
nos envuelve de a dos en dos. ¿No es maravilloso que de pronto
todo cambie, todo sea nombre su nombre, todo sea su perfume,
su mar, su pradera, su montaña, su isla, su río, su vereda, su barrio,
su bosque, su música, su lecho, su… su… todo su? Claro que lo es.
Y dije hasta nos hace llorones, porque… ¿quién no ha llorado por amor?
Lloramos tal vez por la indiferencia de la otra parte o por una lejanía
que nos separa, sin puentes, sin senderos, sólo tierra, tierra, mar y mar.
Entristecemos hasta sentirnos un estropajo abandonado por el destino,
y de pronto revivimos para ser los seres más felices de la tierra,
por un llamado, solamente por un llamado. Hasta nos creemos poetas,
nos sentimos Bécquer, Neruda, Alfonsina, Nelly Castell, Andrés María...,
le escribimos a las brisas que suspiran, a las mañanas que trinan,
al atardecer sonrojado, a la noche… a la noche con titilar de estrellas
y flecos de luna. Le escribimos a la ventana, a las sábanas, a los claveles,
a los jeans, a los zapatos. Y amamos. Nos dejamos atrapar por esa cosa,
bendita cosa que es el amor. ¿Acaso hay algo más hermoso en esta vida?
No, para nada, aunque no tengamos en claro que es, lo que para mí
-como ya dije-, es una bendita “cosa”. Qué divino es vivir enamorado
y sentir mariposas en el estómago y –por qué no- toda clase de lepidóptero
que se precie de tal. ¿Me explico, no?
Derechos reservados por Ruben Maldonado.